Carta completa y anónima de un agente del FBI que advierte sobre la purga actual en contra de los agentes que investigaron a Trump por sus actos ilegales antes de su presidencia.

El sentido poco común era un vicio común

Quienes conocen al Cuerpo de Marines de los Estados Unidos reconocerán la ironía de este título. Desearía que sus palabras no fueran ciertas, pero mientras escribo esto, creo que lo son.

Actualmente, existe un esfuerzo por eliminar a un número significativo de Agentes Especiales de carrera del Buró Federal de Investigaciones (FBI). Se trata de una acción impensable que socavará gravemente la seguridad de la nación, mucho más de lo que muchos de nuestros ciudadanos alcanzan a imaginar. Para quienes desean tener mayor conciencia de esta realidad, ofrezco este relato, libre de sesgos políticos o juicios morales. No se trata de una sola persona, sino de una amalgama de múltiples Agentes Especiales del FBI.

Soy el entrenador del equipo de fútbol de tu hijo. Me siento a tu lado en ocasiones durante la devoción religiosa. Soy miembro de la asociación de padres y maestros (PTA). Con amigos, celebraste mi cumpleaños. Recogí tu correo y saqué tu basura mientras estabas fuera de casa. Jugué una ronda de golf contigo. Soy veterano. Soy el vecino promedio de tu comunidad. Eso es lo que ves y conoces de mí. Sin embargo, hay una parte de mi vida que te es un misterio y que suscita una curiosidad natural sobre mi profesión.

Esta es mi faceta silenciosa, la que no conoces: organicé una operación clandestina para asegurar la liberación de un soldado aliado retenido por los talibanes. Impedí que un terrorista de ISIS abordara un avión comercial. Pasé 3 meses escuchando interceptaciones telefónicas en tiempo real para reunir las pruebas necesarias que permitieran desmantelar a una violenta banda de narcotráfico. Recluté a una fuente que proporcionó inteligencia crítica sobre las actividades militares rusas en África. Rescaté a un ciudadano que estaba siendo torturado casi hasta la muerte por miembros de una banda de motociclistas fuera de la ley. Intercedí y detuve a un menor que planeaba perpetrar un tiroteo en una escuela. Pasé varios años monitoreando las actividades de oficiales de inteligencia extranjeros bajo cobertura profunda, lo que condujo a su arresto y deportación. Soporté grandes penurias para infiltrarme en una organización mundial de tráfico de menores. Me dispararon en el cumplimiento del deber.

Hay algo más sobre mí: fui asignado a investigar un posible delito. Como en todos los casos anteriores que he investigado, este cumplía con cada estándar legal de predicación y procedimiento. Sin sesgo alguno, cumplí mi juramento a este país y a la Constitución, y reuní los hechos. Recopilé la información de una manera que no buscaba probar inocencia ni culpabilidad, sino llegar a una resolución.

Ahora estoy sentado en mi casa, escuchando a mis hijos jugar y reír en el patio, ajenos a la posibilidad de que su padre podría ser despedido en unos días. Despedido por llevar a cabo una investigación legalmente autorizada. Despedido por hacer el trabajo para el cual fue contratado.

Me pregunto, cuando ya no esté, ¿quién realizará el trabajo silencioso que se esconde tras la fachada de tu vecino promedio?