Sinaloa se ha convertido en una zona de guerra a medida que el famoso Cártel de Sinaloa se divide en brutales facciones que compiten por el control. La violencia ha aumentado a niveles catastróficos en los últimos meses, lo que ha provocado más de mil muertes y más de 750 desapariciones, dejando a las comunidades locales en la desesperación. La situación ha abrumado a las fuerzas gubernamentales, ha puesto a prueba la resiliencia de los residentes y ha llamado la atención internacional sobre las profundidades de la crisis humanitaria que se desarrolla en la región.
Una guerra territorial que se ha vuelto mortal
Durante décadas, el Cártel de Sinaloa ha sido una de las organizaciones criminales más poderosas e influyentes del mundo, controlando vastas rutas de tráfico de drogas en todo el continente americano. Pero las recientes divisiones internas han desestabilizado el imperio, que alguna vez estuvo unificado. El conflicto se desató tras la detención de Ismael “El Mayo” Zambada, una figura clave del cártel, lo que creó un vacío de poder que desencadenó una violenta lucha por el territorio.
En el centro de este caos están los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, el infame líder del cártel que fue capturado y encarcelado en Estados Unidos. La facción de la familia Guzmán, conocida como “Los Chapitos”, está enfrascada en una sangrienta lucha con otras facciones que buscan controlar la vasta red de rutas de producción y tráfico de drogas del cártel. La violencia se ha extendido a las calles de las ciudades más grandes de Sinaloa, incluida Culiacán, donde los enfrentamientos fuertemente armados entre bandas rivales se han convertido en algo cotidiano.
Un estado en crisis
Los brutales combates han dejado a los residentes locales en un estado constante de miedo. Solo en las últimas 24 horas, se informó de la desaparición de 40 personas, lo que se suma a la creciente lista de víctimas que han desaparecido en la violencia. Se cree que muchas han sido secuestradas por miembros de los cárteles o atrapadas en el fuego cruzado mientras las facciones rivales libran una guerra por el control del estado.
Un gobierno en crisis
A pesar de los esfuerzos federales para frenar la violencia, muchos líderes locales en Sinaloa critican la respuesta como insuficiente. El gobernador Rubén Rocha Moya ha enfrentado una creciente presión por su incapacidad para controlar la violencia.
Hay informes de corrupción en las fuerzas de seguridad locales, lo que ha permitido a los cárteles operar con relativa impunidad. Las unidades militares y policiales enviadas para asegurar la zona se han topado con una fuerte resistencia, mientras que el cártel continúa expandiendo su control sobre el estado.