En un contexto global donde las luchas por los derechos humanos parecían avanzar a grandes pasos, ahora parece que día a día se ven bajo amenaza. La reciente sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido, que reafirma la definición de mujer estrictamente como aquella que ha nacido con un sexo biológico femenino, marca un retroceso preocupante en la conquista de los derechos de las personas transgénero y en general para los derechos humanos. Este fallo ha reavivado el debate sobre la identidad de género y la relación de la misma con el sexo biológico, alimentando, además, la fuerza de los movimientos TERF (feministas radicales excluyentes de la trans) que, bajo una bandera de protección de los derechos de las mujeres cisgénero, cuestionan y limitan la inclusión de las personas trans en el ámbito del feminismo.

Fuente: Getty Images – Defensores de la identidad de género temen que el fallo represente un retroceso para los derechos de las personas trans y avive una “guerra cultural”.

En su núcleo, la sentencia no es solo un fallo legal, sino una reafirmación de la visión de que ser mujer es un fenómeno binario y estático: aquellas que nacen con una vulva, con un cuerpo “femenino”, son las únicas que pueden ser reconocidas como mujeres. De acuerdo con este razonamiento, las personas trans, aquellas que no nacen con una anatomía asignada al sexo femenino, no tienen el derecho a ser reconocidas en la sociedad como mujeres, a pesar de que se identifiquen como tales. Esta perspectiva excluyente se ha fortalecido, en parte, gracias a la influencia creciente de los movimientos “TERF”.

¿Quienes son las TERFs?

Las TERFs han crecido en poder y visibilidad en los últimos años, no solo en el Reino Unido, sino en varios otros países como Estados Unidos. Usando como argumento la defensa de los derechos de las mujeres cisgénero, han generado un discurso que sugiere que los derechos de las personas trans amenazan los derechos de las mujeres biológicas, lo cual es profundamente problemático en diversos escenarios. Muchas mujeres argumentan, que no se puede hablar de la lucha feminista como una lucha excluyente, que borra a las personas que no cumplen con un conjunto de normas binarias. El feminismo, en su esencia, debe ser inclusivo, debe reconocer que las mujeres no son un grupo homogéneo, y debe luchar por la equidad para todas aquellas personas que se identifiquen como mujeres, sin importar su historia o su anatomía.

Algunos argumentan que la inclusión de las personas trans en espacios exclusivos de mujeres, como vestuarios o baños, podría ser peligrosa o injusta para las mujeres cisgénero. Pero este tipo de razonamiento pierde de vista lo que realmente está en juego: la protección de los derechos humanos. Las personas trans no deberian ser vistas como una amenaza para las mujeres cis, sino como compañeras de lucha en la búsqueda de la igualdad, el respeto y la justicia. La segregación y la exclusión solo sirven para alimentar la división y perpetuar las desigualdades entre los grupos.

Además, es fundamental entender que la identidad de género no está determinada solo por la anatomía, sino por un conjunto complejo de factores psicológicos, sociales y culturales. Limitar la definición de mujer a la biología niega la experiencia de las personas tran, así como loa hallazgos de la literatura, que ha demostrado que la identidad de ser mujer no se reduce a una simple categoría de cuerpo o genitales. Esta concepción biologicista no solo es reduccionista, sino que es profundamente alienante para aquellos que han vivido toda su vida sintiendo que no encajan en las normas binarias impuestas por la sociedad.

Lo que demuestra el fallo

El fallo en el Reino Unido también refleja un malentendido de lo que significa la igualdad de género. Si bien la ley intenta proteger a las personas cisgénero, en realidad está fallando al desproteger a las personas trans, quienes necesitan de un marco legal que les reconozca plenamente y que les permita acceder a los mismos derechos sin la necesidad de someterse a una validación externa de su identidad.

Es hora de que la sociedad y las instituciones comprendan que la inclusión no debilita, sino que fortalece a los movimientos de justicia social. No se trata de restar derechos a unos para otorgarlos a otros, sino de construir un mundo donde todos tengan la posibilidad de vivir de acuerdo con su identidad, sin temor a ser discriminadas, excluidas o violentadas.

Al final, las luchas por los derechos de las mujeres y de las personas trans son inseparables, y solo mediante la solidaridad y la inclusión podremos avanzar hacia una sociedad verdaderamente justa y equitativa. Rechazar el enfoque TERF no es solo una cuestión de política de género, sino de humanidad. Ya bien lo dijo Paul Beatriz Preciado, en una conferencia titulada ¿La muerte de la clínica?, donde afirma que, el campo médico hace tiempo sabe que no hay únicamente dos sexos y que existen cuerpos reconocidos cómo “indeterminados”, sin embargo esta será un discusión a la que aún le queda camino por ello y en la que es importante seguirnos encontrando con las distintas posturas y problemáticas para seguir construyendo un mundo en “el que todes quepamos”.

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