Durante décadas, las vacunas han sido una de las herramientas más efectivas para prevenir enfermedades graves y salvar millones de vidas. Nuestra más obvia y reciente experiencia para confirmar esto fue las vacunas covid.
Sin embargo, a pesar de la abrumadora evidencia científica a favor de su seguridad, persiste un mito peligroso: que las vacunas causan autismo. Esta afirmación no solo es falsa, sino que ha sido refutada de manera contundente por decenas de estudios rigurosos en todo el mundo. Ahora, Robert Kennedy Jr. desde su trinchera como jefe del Departamento de Salud estadounidense busca propagar opiniones con pocos fundamentos en la ciencia y su nula experiencia médica podría destrozar la poca intuición médica del público estadounidense.
El origen del mito
La creencia de que las vacunas podrían causar autismo se remonta a un estudio publicado en 1998 por el médico británico Andrew Wakefield en la revista The Lancet. En dicho artículo, Wakefield sugería una relación entre la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola) y el desarrollo de autismo en un pequeño grupo de niños. Sin embargo, este estudio fue profundamente defectuoso desde el punto de vista metodológico, y años más tarde se descubrió que contenía datos manipulados y conflictos de interés no declarados.
Como resultado, The Lancet retractó el artículo en 2010, y Wakefield fue inhabilitado para ejercer la medicina en el Reino Unido por conducta poco ética y deshonesta. Aun así, el daño ya estaba hecho, y el miedo infundado hacia las vacunas comenzó a extenderse por todo el mundo.
Lo que dice la ciencia
Desde entonces, numerosos estudios científicos independientes han investigado exhaustivamente la posible relación entre las vacunas y el autismo, y todos han llegado a la misma conclusión: no existe ningún vínculo causal. Uno de los estudios más grandes, realizado en Dinamarca y publicado en 2019, analizó a más de 650,000 niños durante más de una década. Los investigadores no encontraron ninguna diferencia en las tasas de autismo entre los niños vacunados y los no vacunados.
Estudios similares en otros países, incluidos Estados Unidos, Suecia y Japón, han llegado a conclusiones idénticas. Además, los Institutos Nacionales de Salud (NIH), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) respaldan firmemente la seguridad de las vacunas.
Por qué es importante combatir la desinformación
El mito de las vacunas y el autismo no solo es infundado, sino también peligroso. Ha llevado a una disminución en las tasas de vacunación en algunas comunidades, lo que ha provocado brotes de enfermedades prevenibles como el sarampión. Combatir la desinformación es vital para proteger la salud pública y garantizar que todas las personas, especialmente los niños, estén protegidas contra enfermedades graves.
En fin, las vacunas no causan autismo. Esta afirmación ha sido desmentida por la ciencia de forma contundente. La comunidad médica y científica coincide en que las vacunas son seguras, efectivas y esenciales para el bienestar colectivo. Es responsabilidad de todos informarse a partir de fuentes confiables y no dejarse llevar por teorías sin fundamento que pueden poner vidas en riesgo.