Mientras el país se prepara para la segunda investidura presidencial de Donald Trump el 20 de enero, las calles de Washington, D.C., están a punto de transformarse en una fortaleza de seguridad, un reflejo tanto del clima político polémico como de las precauciones extraordinarias que se están tomando para garantizar que la ceremonia se desarrolle sin incidentes. La transferencia pacífica del poder, un sello distintivo de la democracia estadounidense, se desarrollará en medio de una respuesta de seguridad sin precedentes, que incluye un despliegue masivo de personal policial y militar, así como restricciones radicales al acceso público.

Seguridad reforzada

Más de 25.000 miembros de la Guardia Nacional estarán desplegados para garantizar la seguridad del evento, como respuesta a la posibilidad de disturbios, ya sea por protestas organizadas o incidentes aislados de violencia. La Policía del Capitolio, junto con el FBI y otras agencias, pondrá en marcha diversas medidas de seguridad, como el uso de drones, aviones de vigilancia y una extensa red de vallas de seguridad que rodearán varias áreas clave de la ciudad.

Además, los asistentes a la ceremonia deberán someterse a estrictos controles de seguridad similares a los que se realizan en los aeropuertos. Se prohibirán artículos como computadoras portátiles, botellas de agua y hasta palos para selfies. Las personas que deseen ingresar a las zonas cercanas al National Mall, donde tendrá lugar la toma de posesión, serán sometidas a exhaustivos registros.

A medida que se acerca la fecha de la juramentación de Trump, el evento se ha convertido en un punto de atención política. En Texas, el gobernador Greg Abbott ordenó que todas las banderas en los edificios estatales, incluido el Capitolio, ondearan a toda asta el día de la inauguración, en lugar de mantenerse a media asta en homenaje al ex presidente Jimmy Carter, quien falleció el 29 de diciembre pasado.

Con información de EFE