Un viaje entre la risa, la contracultura y la identidad chicana
El esperado documental Cheech & Chong’s Last Movie recientemente estrenado, ofreciendo un retrato íntimo y desenfadado de los quince minutos de fama de uno de los dúos más icónicos de la comedia. Dirigida por David L. Bushell y coproducida por Robbi Chong, hija de Tommy Chong, la película recorre cinco décadas de anécdotas que van desde las fiestas underground de San Francisco en los años 60 hasta el estrellato masivo de Up in Smoke. En una charla con mitú Daily, ambos sorprenden al público mexicano y chicano al confesar su pasión por la comida de la tierra: Chong no se cansa de los tacos crujientes caseros, mientras que Cheech jura amor eterno a las carnitas y el menudo.
El filme adopta la forma de un road-movie reflexivo: Cheech Marin y Tommy Chong se embarcan en un último viaje juntos, deteniéndose en los hitos que moldearon su alianza. Desde su primer encuentro en Vancouver, donde una improvisación encendió una chispa creativa, hasta las giras que los convirtieron en leyendas del “stoner comedy”, la cinta mezcla metraje de archivo con entrevistas actuales. Este enfoque permite entender cómo su humor, enraizado en la sátira política y la irreverencia, se transformó en un acto de resistencia cultural para generaciones de mexicanos y chicanos.
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Pero no todo es nostalgia: Cheech & Chong’s Last Movie no elude los momentos más tensos de la dupla. El documental aborda la ruptura de 1985, cuando disputas sobre créditos de dirección y un ego desbordado casi ponen fin a su amistad. En escenas crudas, Chong afirma haber sido el verdadero artífice de sus películas, mientras Marin lo tilda de “mentiroso”, desenterrando una rivalidad que duró décadas. Aun así, la reconciliación late en el metraje: tras enfrentar problemas de salud, ambos se reencontraron y limaron asperezas, aunque admiten que filmar juntos de nuevo sería “una tarea titánica”.
Con más de dos horas de duración y pase limitado en cines selectos, Cheech & Chong’s Last Movie promete más que risas: es un homenaje al espíritu indomable de la contracultura chicana, un puente generacional que invita a celebrar la música, la risa y, por supuesto, el sazón de nuestra tierra. Para el público mexicano y chicano, esta película es un recordatorio de que, pese a los obstáculos, el humor siempre encontrará la forma de alzar la voz.