El fenómeno del “fast fashion“, caracterizado por la producción rápida y en masa de prendas baratas, ha transformado la industria textil en las últimas décadas. Una marca en particular, SHEIN, ha ganado una inmensa popularidad y éxito, pero detrás de sus precios asequibles se esconde una oscura realidad: la explotación de los trabajadores que hacen posible su expansión.
La presión constante por reducir los costes y los tiempos de producción en esta industria ha llevado a las empresas a externalizar su producción a países con débiles regulaciones laborales. SHEIN, que externaliza gran parte de su producción a países como China, no es una excepción. Allí, los trabajadores se enfrentan a duras condiciones, con largas jornadas laborales de hasta 12 horas o más, seis o siete días a la semana. A pesar de su duro trabajo, su remuneración es mínima y a menudo carece de beneficios adicionales como seguro médico o licencias remuneradas.
Además, las condiciones de trabajo dentro de estas fábricas son deplorables, con pocas o ninguna medida de seguridad establecida. Esto pone en riesgo la salud física y mental de los trabajadores, lo que se suma a la naturaleza ya explotadora de su trabajo.
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Informes recientes de Public Eye, una ONG suiza, han revelado el alcance de la explotación laboral en la cadena de suministro de SHEIN. En seis fábricas de Cantón, se descubrió que los trabajadores trabajaban hasta 75 horas a la semana, mucho más de lo que permiten tanto el Código de Conducta de Proveedores de Shein como las leyes laborales chinas. Esto es un claro indicio del problema generalizado del exceso de trabajo y la mala remuneración en la industria de la moda rápida.
Además, las encuestas de Public Eye a los trabajadores de estas fábricas revelaron que no tienen contratos firmados y que se les paga por prenda producida, lo que da lugar a un sistema que fomenta las largas jornadas laborales y el escaso tiempo libre. Además revelo que los salarios de los trabajadores apenas han cambiado desde el informe anterior de 2021.
La situación en las fábricas proveedoras de SHEIN es un claro ejemplo de cómo el modelo de negocio actual perpetúa ciclos de explotación y precariedad laboral, planteando serias cuestiones éticas sobre la sostenibilidad y la responsabilidad social en la industria de la moda global.
Con información de Public Eye