Medellín, una ciudad que ha trabajado para transformar su imagen tras décadas de violencia y narcotráfico, enfrenta un desafío creciente: la explotación sexual de menores, facilitada en gran medida por plataformas digitales como Facebook, Instagram, WhatsApp, Tinder y Airbnb. Este fenómeno, ha cobrado fuerza con la llegada de turistas y nómadas digitales, convirtiendo a la ciudad en un punto crítico para el tráfico sexual transfronterizo.
El reclutamiento a través de redes sociales
Sandra, una adolescente de 14 años, es una de las muchas víctimas de este sistema. Proveniente de un barrio vulnerable en las afueras de Medellín, Sandra fue contactada a través de Facebook Messenger por una mujer conocida como “la patrona”. Esta intermediaria, cuya imagen en redes sociales proyectaba una vida de lujo, ofreció a Sandra y a su hermana menor, Verónica, un anticipo de 1,990 dólares a cambio de su virginidad.
“La patrona nos pidió fotos desnudas y nos dijo que nos maquilláramos y vistiéramos con faldas cortas y crop tops”, relató Sandra. Las transacciones se realizaron a través de aplicaciones de Meta Platforms Inc., según su testimonio. Este tipo de reclutamiento es solo el primer paso en una red más amplia que conecta a menores con extranjeros que buscan explotarlas sexualmente.
Plataformas digitales y su papel en la explotación
Las redes sociales y aplicaciones de citas han sido utilizadas por pandillas y redes criminales para llevar a cabo estos delitos. De acuerdo con Manuel Villa Mejía, secretario de seguridad de Medellín, “todo tipo de redes sociales son utilizadas para la explotación sexual”. Estas plataformas permiten a los delincuentes operar con un alto grado de impunidad, ya que facilitan la comunicación cifrada y el anonimato.
Por ejemplo, Tinder, la aplicación de citas más popular en Colombia, ha sido utilizada para conectar a hombres extranjeros con menores. En algunos casos, las conversaciones comienzan en Tinder y migran a WhatsApp, donde se intercambian fotos y se organizan encuentros. “Estas pandillas están explotando a menores, pero también extorsionando a adultos”, explicó Jorge Wilson Vélez, un investigador privado colombiano.
Airbnb y los encuentros clandestinos
Los alojamientos temporales, como los ofrecidos por Airbnb, también juegan un papel crucial en este esquema. Estos espacios brindan un mayor grado de secreto que los hoteles, lo que los convierte en el escenario ideal para encuentros sexuales ilegales. En 2024, Airbnb eliminó más de 150 listados en Medellín por violar sus políticas contra la explotación sexual. Sin embargo, según Paula Cardona, una exanfitriona, la empresa no siempre brinda el apoyo necesario para lidiar con situaciones críticas.
“Airbnb no está en el terreno tratando con el problema”, afirmó Cardona, quien decidió retirarse del negocio tras más de 80 incidentes violentos en sus propiedades. A pesar de los esfuerzos de la plataforma, muchos críticos argumentan que las medidas implementadas son insuficientes para frenar este tipo de delitos.
El papel de las autoridades y la sociedad civil
Las autoridades colombianas han comenzado a tomar medidas más enérgicas contra la explotación sexual de menores. En 2024, se deportaron a varios extranjeros acusados de estos delitos y se suspendieron 77 establecimientos, incluyendo hoteles y alquileres temporales. Además, se ha establecido una línea telefónica dedicada para reportar casos de explotación infantil.
Asimismo, organizaciones sin fines de lucro, como Libertas International, también están trabajando para combatir este flagelo. Fundada en 2013 por Tyler Schwab, esta organización ha apoyado a más de 550 sobrevivientes de explotación sexual en América Latina, el 65% de los cuales provienen de Medellín. “Alrededor del 80% de las chicas que llegan a nosotros conocieron a su abusador a través de redes sociales”, explicó Schwab.
Un problema sistémico
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el problema persiste. Según el Observatorio ESCNNA, en 2023 hubo más de 2,500 víctimas de explotación sexual comercial de menores en Colombia. Además, el 52.3% de los niños en el país viven en pobreza monetaria, lo que los hace especialmente vulnerables a las ofertas de dinero a cambio de sexo.
María, una joven de 13 años, es un ejemplo de esta vulnerabilidad. Después de vender su virginidad por 240 dólares, se enganchó con el dinero y creó un perfil en Facebook para conectarse directamente con extranjeros. “Ver a mis amigas con dinero y iPhones fue motivador”, dijo. “Les daban cosas que sus padres no podían darles”.
Ahora, Medellín se encuentra en una encrucijada. Por un lado, la ciudad busca atraer turismo e inversión extranjera; por el otro, debe enfrentar el creciente problema de la explotación sexual de menores. Para Manuel Villa Mejía, la solución requiere la colaboración de todos los actores involucrados, incluyendo las plataformas tecnológicas. “Estas plataformas tienen una responsabilidad social”, afirmó. “Deben promover una cultura de cuidado y responsabilidad entre sus usuarios”.