La tragedia golpeó a la comunidad de la Universidad Berkeley de California esta semana cuando Gabriel Trujillo, un estudiante de doctorado de 31 años del Departamento de Biología, fue encontrado muerto en el estado noroccidental de Sonora, México. Trujillo había viajado a la región para investigar un arbusto de floración poco común, la rosa de San Juan, pero desapareció el 17 de junio. Su cuerpo fue descubierto cinco días después.
Trujillo se había dedicado a la búsqueda del conocimiento, pasando cuatro años viajando por Estados Unidos y México para investigar la rosa de San Juan, también conocida como guayabillo y aroma de laguna, y su capacidad para prosperar en diversos climas. Su objetivo había sido utilizar sus hallazgos para informar sobre futuros esfuerzos de conservación y restauración del hábitat.
Sonora registró 518 homicidios en mayo. Pero expresó que este viaje era crucial para su investigación. Tras una denuncia de su familia, el científico fue localizado por la Policía Estatal de Seguridad Pública (Pesp) en la barranca y nueve días después la Fiscalía de Sonora emitió un comunicado en el que confirmaba que Trujillo había muerto a causa de varias heridas de bala.
Aunque aún se desconoce el motivo exacto de su asesinato, las principales hipótesis apuntan a la posibilidad de que el homicidio esté relacionado con la violencia del narcotráfico. Yécora se ha convertido en una zona de guerra en la lucha de varios cárteles de la droga por ganar territorio en esta región, situada en un punto estratégico del llamado triángulo de oro del narcotráfico hacia Estados Unidos.
La muerte de Gabriel Trujillo subraya los riesgos a los que se enfrentan los defensores del medio ambiente en Sonora y otras partes de México. Esta tragedia es un llamamiento a las autoridades para que investiguen y lleven a los responsables ante la justicia. Además, es un recordatorio de que debe garantizarse la seguridad de estos activistas, y de que todos tienen derecho a ejercer su profesión y seguir su pasión en paz.