A lo largo de los años, el dolor de miles de madres en México ha crecido en silencio, invisibilizado por un sistema que poco ha hecho por encontrar a los desaparecidos. Hoy, las madres buscadoras han irrumpido con fuerza en el espacio público, no por voluntad propia, sino por necesidad, como lo evidenció el reciente hallazgo del llamado “rancho del horror” en Teuchitlán. Aunque este caso captó la atención mediática, su lucha lleva años.
Actualmente, existen cerca de 200 organizaciones civiles formadas por madres de personas desaparecidas en México. Su labor, muchas veces solitaria, se transforma en un acto colectivo de resistencia y esperanza.
“Cuando pasa el tiempo, me doy cuenta de que nadie me lo va a buscar, que tengo que salir yo”, recuerda María Isabel Cruz Bernal, fundadora de Sabuesos Guerreras, una de las muchas agrupaciones creadas para realizar esta búsqueda desesperada.
La historia de Cruz Bernal es especialmente dolorosa. Su hijo, policía municipal en Culiacán, desapareció tras participar en el rescate de militares heridos por un ataque con bomba. Desde ese día, no volvió a saber nada de él.
“Ellos fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos, en auxiliar a los militares heridos. A raíz de eso, los empezaron a desaparecer a todo el grupo de doce policías municipales. Unos están muertos, otros desaparecidos y no sabemos por qué”, lamenta.
Desde entonces, la búsqueda se ha extendido a cada rincón imaginable del país: “en los campos, en el monte, en el río, en los arroyos, en los drenajes, en la basura, en la cárcel, en hospitales, en centros de rehabilitación”.
Un camino lleno de obstáculos y violencia
Según datos de la Secretaría de Gobernación, en México existen más de 125,000 personas desaparecidas, y el 90% de los casos han ocurrido desde 2006. De manera alarmante, más de 60,000 desapariciones han tenido lugar desde 2019.
Sin embargo, no solo enfrentan la ausencia de sus seres queridos. Las buscadoras viven bajo amenaza constante. Desde 2011, 22 personas han sido asesinadas mientras buscaban a sus familiares, y dos más siguen desaparecidas. Las amenazas provienen tanto del crimen organizado como de actores institucionales.
“A veces somos atacadas a balazos, sacadas de los predios”, denuncia Cruz Bernal.
Aunque reconoce ciertos avances recientes, como la creación de la Comisión de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Cruz Bernal considera que estos son insuficientes.
“Antes no teníamos ayuda ni municipal, ni estatal, ni federal. De unos años para acá, el Gobierno ha sido un poco más sensible”, señala, aunque aclara que aún falta mucho por hacer.
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Una lucha con ecos internacionales
La valentía de estas mujeres evoca inevitablemente la de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, quienes iniciaron su protesta en los años 70, bajo la última dictadura militar. Con pañuelos blancos en la cabeza como símbolo de resistencia, se reunían semanalmente en Buenos Aires exigiendo justicia.
“La dictadura pensaba que, de ese modo, iba a terminar con ese movimiento que tanto problema político le generaba en Argentina, pero, sobre todo, en el exterior”, explica Demetrio Iramain, periodista y docente de Historia de las Madres de Plaza de Mayo.
Incluso ante el secuestro y desaparición de las fundadoras del movimiento en 1977, la protesta no cesó. El grupo no solo exigía justicia, sino que defendía también el legado político de los desaparecidos.
“Esto las distingue de otros grupos: no es solo un movimiento de víctimas, sino también una organización con un ideario político”, apunta Iramain.
A pesar de los juicios iniciados en 1985 contra los comandantes de la junta militar, muchos familiares sintieron que no se había hecho justicia real. Iramain recuerda que bajo la doctrina de “los dos demonios”, el proceso buscaba equiparar la violencia estatal con la lucha revolucionaria, lo que desdibujaba la responsabilidad del Estado.
No obstante, todo cambió en 2003, con el discurso del presidente Néstor Kirchner ante la ONU:
“Somos los hijos de las Madres de Plaza de Mayo”, declaró, en lo que sería el mayor espaldarazo institucional al movimiento.
Culpabilización y resistencia en México
Además, es importante recalcar que la criminalización también recae sobre las madres mexicanas. Son estigmatizadas, cuestionadas, culpabilizadas por la desaparición de sus hijos, como si su crianza justificara la tragedia.
“Tenemos la necesidad de que la gente nos vea, nos escuche, no nos criminalice. Hay muchos jóvenes inocentes desaparecidos”, reclama Ceci Flores, fundadora de Madres Buscadoras de Sonora.
Flores ha vivido amenazas constantes.“Me dicen que me van a matar porque no quiero dejar de buscar y por decir a las autoridades sus verdades”.
En un episodio extremo, logró recuperar a su hijo enfrentando directamente a un comando armado.
“Tuve una fuerte plática con ellos, les amenacé con que iba a contratar a otro cártel igual que ellos para que me entregaran a mi hijo”.
Por último, cabe mencionar que tanto ella como Cruz Bernal coinciden en que el Estado no ha hecho lo suficiente.
“El Gobierno federal puede hacer más, pero no quiere. En primer lugar, reconocer la gran crisis que tenemos en el país”, reclama Cruz Bernal. Para ella, el problema va más allá de la omisión:
“La presidenta que tenemos ahorita, pues no somos agenda para ella los desaparecidos. Ahora anda haciendo reformas que no necesitamos. Lo que necesitamos es que los busquen”.