Economista
No es ningún secreto que México pasa por la crisis de salud más importante de su historia. Al momento de escribir este artículo, nos acercamos a los 160,000 contagiados y hemos sobrepasado los 19,000 muertos por Covid-19.
Aunque aparentemente los hospitales no se han saturado y existen camas disponibles con respiradores en proporciones que van del 60% en algunos estados, a apenas el 20% en Ciudad de México, las carencias en el sistema de salud son palpables.
En este momento, el ejercicio de la medicina y los procedimientos quirúrgicos “de rutina” se encuentran parcialmente detenidos en espera de que la mayoría de los hospitales liberen la parte de sus instalaciones tomada para los pacientes con Covid-19. En algunos casos, los hospitales han sido ocupados en su totalidad. Aunque no hay cifras sobre México, la unidad de cirugía del National Institute for Health Research’s (NIHR) calcula que en el mundo se han pospuesto más de 28 millones de cirugías por causa del SASR CoV-2. ¿Cómo hará nuestro país para salir adelante en salud cuando la emergencia disminuya?
El panorama de salud en México ya era complicado antes de la pandemia. Recién en enero se eliminó de un plumazo el Seguro Popular y fue sustituido por un INSABI que, desde un inicio mostró una nula planeación y amplias carencias operativas.
Desde hace más de un año, el sistema de salud padece un amplio desabasto, producto del desmantelamiento del sistema de compras y su nueva administración a través de la Oficialía Mayor de Hacienda. Este desabasto ha afectado todas las instituciones y abarca todas las clases terapéuticas, pero la que más ha llamado la atención, ha sido la de los productos oncológicos, especialmente los dirigidos a los niños con cáncer.
Desde el año pasado. El sector salud sufrió recortes presupuestales y subejercicios del orden del 50% contra el mismo periodo del año anterior. Estos recortes se tradujeron en fallas operativas y retrasos en la atención, que grupos de pacientes hicieron notar. Uno de los recortes más dolorosos fue el aplicado a los Institutos Nacionales de Salud, donde sus directores se dispusieron a dar una batalla frontal en defensa de su presupuesto. La llegada del INSABI fue particularmente complicada en términos económicos lo cual (junto con otros problemas) le costó el puesto a un director, mientras que otro cedió a las condiciones impuestas desde Palacio Nacional tras tensos días de discusiones.
El servicio médico de PEMEX, otrora el de mayor calidad entre las instituciones de México, se vio envuelto en la adquisición de heparina falsificada lo cual ocasionó una infección intrahospitalaria en su hospital de Villahermosa, que le costó la vida a más de 20 pacientes. Hasta el momento, no se ha castigado a los responsables.
La pandemia de Covid-19 solo ha empeorado las cosas. De los más de 460 profesionales de la salud que han muerto contagiados, la mayor parte pertenece al IMSS. Este instituto ya enfrenta grandes problemas laborales con médicos, personal de enfermería y auxiliares que están frustrados, cansados y con afecciones emocionales profundas.
Al día de ayer, continuaban las carencias y gran desabasto que le costó el puesto al director del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. Nada ha cambiado. Solo los jefes.
Afrontar la pandemia no ha sido fácil; y al salir de ella el panorama se ve muy complicado. México tenía un sistema de salud debilitado desde el 2012 y mermado durante los últimos dos años de la administración anterior. Las malas decisiones y falta de liderazgo lo han casi desmantelado y los más afectados han sido los pacientes.
Solo hay una opción: capitalizar lo aprendido en esta epidemia y blindarnos para lo que sigue. Lamentablemente las heridas son profundas y los obstáculos para sanarlas provienen del mismo gobierno.
Para millones de pacientes, el “regreso a la normalidad” será muy duro.
Xavier Tello es Médico Cirujano y Analista en Políticas de Salud.