Se suponía que el vuelo de Delta Air Lines iba a ser un rutinario viaje de ocho horas desde Atlanta (Georgia) a Barcelona (España). A mitad de vuelo sobrevino el desastre cuando el piloto recibió por el intercomunicador un anuncio chocante a menos de dos horas de vuelo: un pasajero acababa de tener un “episodio de diarrea por todo el avión”. Tras un retraso de dos horas en el aeropuerto, el Airbus A350 partió, sólo para darse la vuelta una hora después de iniciado el vuelo.
El piloto del avión declaró el suceso de “riesgo biológico”, lo que obligó al avión a regresar a Atlanta y aterrizar, donde fue limpiado y desinfectado durante varias horas. El avión reanudó el viaje hacia las 3 de la madrugada, y llegó a Barcelona 8 horas más tarde de lo previsto. No se registraron incidentes en el vuelo.
La compañía emitió rápidamente un comunicado disculpándose por las molestias y asegurando a los pasajeros que la seguridad era la prioridad por encima de todo; el avión se limpió a fondo y se tomaron todas las precauciones oportunas para garantizar que los pasajeros llegaran a su destino de forma segura.
Aunque fue un incidente desafortunado, Delta Airlines y su tripulación gestionaron la crisis magníficamente. El incidente sirve de recordatorio a los pasajeros para que tengan siempre presente su salud cuando viajan, tomen todas las precauciones sanitarias necesarias antes y durante el vuelo para garantizar no sólo su salud, sino la de los pasajeros que les rodean y el buen funcionamiento del vuelo.
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