Cuando empezaron a hacerse virales en las redes sociales los vídeos que buscaban la indignación de mujeres blancas de mediana edad a las que se consideraba con derechos y que se comportaban mal en lugares públicos, la reacción fue tanto de inmersión como de repulsión. Mientras que millones de personas encontraron entretenidos este tipo de vídeos, otros se apresuraron a señalar que las personas que aparecían en los vídeos habían sido deshumanizadas, y que verlas como objetos de entretenimiento también normaliza la noción de humillación pública. Ahora, con la aparición de los vídeos de “falsas Karen”, la cuestión se ha vuelto aún más compleja.
Los vídeos de falsas Karen son un nuevo subgénero de contenidos cada vez más populares en Internet. A diferencia de los auténticos vídeos virales de Karen, se crean con la intención de hacerse virales, y a menudo presentan a actores que repiten en escenarios escenificados, como altercados en restaurantes o falsas revelaciones de embarazo. A veces, los propios actos pueden ser tan escandalosos que resulta difícil creer que no hayan sido guionizados. Este tipo de vídeos pueden proporcionar un tipo de entretenimiento extraño que alimenta el deseo de indignación, pero también normaliza la noción de vergüenza pública, ya que muchos de los comentarios en respuesta reflejan un deseo de venganza contra la “Karen” del vídeo.
El hecho de que estos vídeos no sean reales ha dado lugar a una complejidad moral que no es fácil de desentrañar. Los falsos vídeos de Karen son innegablemente una forma de explotación, tanto de los actores que actúan como de las personas que son objeto de los vídeos. Pero al mismo tiempo, es difícil negar la prevalencia de este tipo de derecho y comportamiento, ya que se ha convertido en sinónimo de un cierto tipo de persona. Como ocurre con tantas tendencias de Internet, es difícil saber cuál es la respuesta correcta y cómo debemos conciliar el valor de entretenimiento de estos vídeos con la cuestionable moralidad de su creación.
El poder de los vídeos virales reside en su capacidad para sacar a la superficie los problemas y complejidades de nuestra sociedad. La cuestión de los falsos vídeos de Karen nos obliga a enfrentarnos a nuestra necesidad colectiva de vergüenza pública y a los problemas de deshumanización y explotación que surgen cuando el entretenimiento se une a los problemas del mundo real. Para comprender mejor este extraño fenómeno, debemos mirar más allá de los propios vídeos y analizar las implicaciones de su creación y difusión en el mundo real.
Al fin y al cabo, estos falsos vídeos de Karen pueden proporcionar una emoción momentánea, pero es importante recordar que son algo más que una diversión inofensiva: tienen el potencial de afectar a la forma en que vemos e interactuamos con las personas en la vida real. Como dice el refrán, ten cuidado con lo que compartes y no creas siempre todo lo que ves.
Con información de RollingStone